“The social dilemma” plantea cómo las plataformas saben todo lo que hacemos y lo usan como moneda de cambio. El problema de la falta de control y la polarización como estrategia de consumo.
“El dilema de las redes sociales”, la película-documental que expone el lado oscuro de los gigantes de la tecnología.
Parece un capítulo de Black Mirror, la serie distópica que plantea futuros no tan lejanos. ¿El problema? Se trata de la vida real, de lo que sucede ahora con las redes sociales y cómo manipulan a los usuarios para mostrarles lo que quieren ver, convertirlos en adictos y, por supuesto, monetizarlos en el camino. La tecnología que nos conecta también nos controla.
El dilema de las redes sociales (The social dilemma) es un híbrido entre documental y película sobre el crecimiento, el control y el abuso sin límite de estas plataformas, dirigido por Jeff Orlowski. Cuenta con entrevistas a referentes de la industria, de gigantes como Google, Facebook, Twitter, Instagram y Pinterest, muchos de ellos arrepentidos de lo que hicieron, como Justin Rosenstein, uno de los cocreadores del botón “me gusta” en Facebook, que afirmó que al inventarlo pensaban “que era una buena forma de mostrar lo positivo del mundo y no que la gente se iba a deprimir por la interacción en las redes”.
En la parte dramática, actuada, se muestra a una familia “común y corriente”, en la que una preadolescente se desvive por conseguir likes y se desespera si no puede usar el celular. Y un adolescente estudiante de secundaria es víctima de la manipulación de las redes para revisar notificaciones y ver contenido pensado especialmente para él, con un satírico “Extreme Center”, (o “Centro Extremo”, algo así como nuestra local “Corea del Centro”), que demuestra cómo estas plataformas buscan a la gente afín a cualquier idea, incluso algunas insólitas como el terraplanismo.
Las reacciones y los “likes”, clave en el crecimiento de las redes sociales.
Aunque el documental no revele grandes verdades, es una buena forma de entender el mundo en el que vivimos actualmente. La parte de ficción, si bien de forma un poco burda, es lo suficientemente gráfica para demostrar cómo las redes o las diferentes plataformas afectan a las personas de diferentes edades o perfiles.
Iguales pero diferentes
Aunque pueda parecer que una plataforma es igual para mi, para mi pareja, para mis padres o para un amigo, lo cierto es que son completamente diferentes. ¿La clave? Las tecnológicas saben más de nosotros que nosotros mismos, y nos “venden” el contenido que creen que nos puede gustar más.
Uno de los ejemplos más claros es una búsqueda en Google. Si ponemos “el cambio climático” podremos recibir información sobre las causas, las consecuencias, cómo afecta a las personas… O si la plataforma cree que se adapta mejor a nuestra manera de pensar, podremos recibir información sobre temas como que “es un mito”, “no existe” o “es un invento de cierto sector de la población”.
“Yo recomiendo siempre como ejercicio hacer la misma búsqueda en Google, en Bing, en Yahoo, pero también DuckDuckGo, Yandex o alguna otra plataforma. Ese ejercicio le muestra a la gente las diferencias entre lo que cada empresa elige mostrarnos”, explica Javier Lombardi, Mentor Educativo de Argentina Cibersegura.
Algo parecido, pero de diferente forma, pasa con redes sociales como Facebook o Instagram. Aunque compartamos miles de amigos, la plataforma nos mostrará contenido con el que cree que interactuaremos más. De esa forma, la aldea global pasa a ser lo más reducida posible, donde veremos principalmente posteos de gente que opina igual que nosotros y recibiremos videos, fotos y posteos de grupos que, sabiendo nuestras inclinaciones, buscarán llevarse nuestra atención y nuestros clicks, generando una “cámara de eco” donde las únicas opiniones que oímos son las afines.
Las plataformas lo saben todo. Qué fotos te gustan más, en qué video frenaste más tiempo o si volviste a stalkear el perfil de tu ex. Quizás una buena oportunidad para que una red de citas promocione su servicio.
La lucha por la atención
La frase ya está quemada, pero vale la pena repetirla. “Si no pagás por un producto, el producto sos vos”. Pero en El dilema de las redes sociales, el concepto va un poco más allá.
“Muchos piensan que Google es un cuadro de búsqueda, o que Facebook es donde veo lo que hacen mis amigos y veo sus fotos. Lo que no se dan cuenta es que están compitiendo por su atención”, resume Tristan Harris, presidente de cofundador del Center for Humane Technology, que trabajó en ética del diseño para Google. “El modelo de negocios de estas empresas es mantener a la gente en las pantallas”, agrega.
Los que pagan, por supuesto, son los anunciantes, que buscan nuevas formas de llegar a los consumidores.
“Esto no es ingenuo, detrás de esto hay un negocio y la idea es que cada vez estemos más atraídos por las redes sociales y que cada vez consumamos más”, explica Laura Jurkovsky psicóloga especialista en adicción a las tecnologías.
“El producto es el cambio gradual e imperceptible que sufre tu conducta y tu percepción. Ese es el único producto posible”, agrega Jaron Lanier, padre fundador de la realidad virtual. “Es lo único que ellos tienen para ganar dinero, cambiar lo que hacés, cómo pensás, quién sos”, sentencia.
El documental de Netflix no incluye a la plataforma creada por Reed Hastings, que también busca lo mismo: captar la atención de las personas la mayor cantidad de tiempo posible.
Antes los videojuegos competían contra otros desarrolladores, las series de un canal contra las de otros y así. Hoy, en realidad, todas compiten por lo mismo: el tiempo de las personas. Por algo Hastings explicó que para él los principales rivales de su plataforma no son HBO o Amazon, sino “el sueño” o, dicho en otras palabras, lo que la gente hace con su tiempo libre.
Una gran diferencia que se potenció en los últimos años es el uso de celulares. Antes, aunque las empresas también vendían publicidad, era un poco menos “invasivas”. Un ejemplo clásico: buscabas en Google algo sobre viajes y te mostraban publicidad vinculada.
Ahora estos gigantes de Internet saben qué hacés a cada minuto. Te levantás y prendés el celular, lo llevás al baño, abrís determinados vínculos, ves unos videos, repartís algunos likes y comentás en un posteo. Y ellos saben absolutamente todo. Incluso, como exageran en la parte ficcionada de la película, notan cuando no les estás prestando atención y te mandan una notificación para que vuelvas. “Facebook te manda un mail para avisarte que alguien subió una foto… ¡pero no te mandan la foto! Estás obligado a entrar para chequearla”, resumió uno de los expertos.
¿Se puede hablar de adicción a las redes? Para Jurkovsky, sí. “Comparten los mismos parámetros que cualquier otra adicción. Vemos un comportamiento adictivo, compulsivo, que lleva a verificar permanentemente las redes, o publicando, estar muy pendientes de los likes para sentir algún tipo de satisfacción. Es una manera de escaparse de algún tipo de malestar. Y hay síndrome de abstinencia si no se conecta, y su estado de ánimo pasa por cuál es el resultado de lo que postea en las redes sociales”, resume.
Por supuesto, parte del problema es la falta de regulación, especialmente cuando hablamos de niños y adolescentes.
“Una de cada tres personas conectadas a Internet son chicos. Y el 90% de los niños y adolescentes, entre 11 y 15 años del Reino Unido tiene una cuenta en redes sociales. De esos chicos, el 44% tiene un celular inteligente. Es fundamental educarlos para que sepan lo que tienen que hacer y lo que no, por un lado por los riesgos de exponerse a las redes pero también para evitar problemas como el grooming”, destaca Lombardi, que rescata la parte “actuada” del documental porque grafica los problemas que puede tener una familia y también lo importante que es el ejemplo que dan los padres sobre el uso de las tecnologías.
“Es fundamental tener límites, tener un registro del uso que hacemos de las pantallas. Lo primero que yo planteo es tener ese control, después ver para qué las usamos. Poder tener actividades fuera de la pantalla es fundamental. Armar una agenda, con actividades con pantalla y sin pantalla. Proponernos momentos desconectados, al comer, o al conversar con alguien, dejar los dispositivos de lado. Lo mismo cuando estamos haciendo una videollamada, o mirando una película o serie. Darse el tiempo de estar conectado con la actividad que estamos haciendo y no estar todo el tiempo haciendo multitasking”, sugiere Jurkovsky, que recientemente publicó “Efecto Pantalla”, un libro sobre bienestar digital.
“Espero de verdad que la regulación de las redes para proteger a los niños llegue pronto: creo que es una enorme oportunidad. Un ejemplo son los dibujos animados en EE.UU. Cuando era niño, los sábados por la mañana veía dibujos y la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) regulaba qué tipo de anuncios podía ver ese sector demográfico. Pero ahora tienes a niños en YouTube que pasan horas y horas y ven anuncio tras anuncio sin normas. Hemos dejado que esta industria no tenga ninguna regulación durante mucho tiempo y ahora estamos viendo las consecuencias. La regulación quizá signifique que Google, Facebook y Twitter valgan menos dinero. Pero, ¿cómo es posible que un producto gratis valga miles de millones de dólares? Hay algo que está mal ahí, hay algún mecanismo malvado que está convirtiendo algo gratis en miles de millones de dólares”, sentenció Orlowski.
Para Jurkovsky, la regulación es un tema sensible porque se mete con la libertad de las personas. “Creo que -la regulación- debería ser sobre que dejen de vendernos cosas, imponernos otras, que no ofrezcan productos sobre los que estamos hablando. Yo apunto a que haya una concientización de esto, que se hable de estos problemas, de las adicciones y que no se naturalice, sino que se le de importancia”, concluye.
Consejos para el uso de redes y celulares
1- Comprender el uso. La mayoría de la gente piensa que usa el teléfono mucho menos de lo que lo hace. Un estudio reciente descubrió que la gente pasa más de cuatro horas por día en el dispositivo, esto es la cuarta parte del tiempo que están despiertos. Calculan que en épocas de COVID, esto aumentó. Una buena idea es monitorear el tiempo que pasamos en los celulares y administrarlo. Una opción es usar las opciones instaladas de base, como Screentime en iPhone y Bienestar Digital en Android, o instalar apps como Moments para medir lo que hacemos.
2- Apagar las notificaciones. Un estudio sugiere que, en promedio, una persona recibe 63 notificaciones por día. Desactivarlas limitará como estas técnicas de persuasiones nos llevan de vuelta al teléfono en momentos en los que podíamos evitarlo.
3- Crear límites. Por último los creadores del film recomiendan tres límites para las aplicaciones, los tiempos y los espacios.
. Límite de apps: restringir el tiempo que pasamos con determinadas aplicaciones
. Límites de tiempo: decidir cuándo queremos usar el teléfono. Por ejemplo, evitar usarlo en la cena -como muestran en la película- o no verlo por una hora después de levantarnos.
. Límites de habitaciones: no llevar el celular al dormitorio puede ser una excelente opción para mantenerlo como un espacio “sagrado” y desconectado.
¿Borrar las redes es una buena opción? Para Orlowski es, paradojicamente, un dilema. “Las estoy usando menos, pero no las eliminé. Es clave entender qué hay del otro lado de la pantalla, conocer las intenciones ocultas de las plataformas”, afirmó.
Para Tristan Harris, borrarlas es una buena opción, pero tiene sus costos. “Si podés, hacelo. Pero dependemos de una estructura, o infraestructura, que puede estar contaminada. Si yo borro Instagram, no voy a interactuar con todos mis amigos que están ahí. Me voy a sentir excluido si no estoy ahí. También afecta a la democracia: va a influir en mi si estoy en las redes o no”, declaró en una ronda de preguntas y respuestas sobre el documental.
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